martes, 13 de marzo de 2007

Con el derrumbe

AUTOR: Alfredo Núñez Lanz, México
Primer Premio,
IV edición,
categoría B (17-22 años)

Aquí hasta los aullidos se huelen. A distancia, detrás del monte. Se respiran y se oyen. Los trae el aire. A veces destajan piedras. Y caen. La tierra tiembla del puro golpe. Y Dios sabe lo que suceda cuando caiga alguna sobre la cabeza. Por eso las mujeres lavan sin chorros. No hay gallinas. Ni perros. Hasta las crías nacen sin gritos. Por el peligro. Evitar riesgos. Por eso se habla tan quedo. En susurros. En bostezos.
Ya no hablamos porque se nos desgaja el cerro. No hablamos por miedo. Nos apretamos al aire de la sierra porque el cielo verdadero está después del río. Aquí las nubes nos engañan con suspiros de lluvia. Cuando llegan esperamos a que traigan las aguas. Se escucha un zumbar de tormenta. Y nada. Pura llovizna quieta que mancha las ventanas. Pura lluvia menuda de gotas tan flacas que se atoran en cualquier cosa. Hasta los alaridos del aire nos mienten. Todo el viento de fronda que promete soplarnos las molleras pero no orea ni a los pocos yutes. Se queda entumido en el cerro a revolver nubes. Se queda tan arriba, tan alto que no llega a llevarse tanta alma de tanta gente muerta.
Aquí la gente se seca. Vienen a morirse. Y se mueren. Antes del peñasco está el panteón. Es grande. Los suficiente para guardarnos a todos. En las tumbas al ras. Los hoyos no son largos por tanta piedra dura. Cuesta mucho escarbar y la gente se queda en la llaneza del suelo. A descansar. Cerca de los suyos. Porque aquí se retuerce el tiempo entre tanta tumba. Y la gente se queda. Perpetua.
No hablamos porque las palabras aquí no suenan. Se sienten como en los sueños, rebulléndose por dentro hasta que las oyes remoliendo el silencio. Así nos entendemos los que quedamos. O hablamos quedo cuando rezamos nuestros credos. Para esperar. Porque allá arriba tras las nubes mentirosas hay canciones y coros. A nosotros nos llegan aullidos y retazos de cielo. Alcanzaremos gracia cuando la tierra ya no aguante tanto surco. Y las piedras caiga. Y se desgarre el monte.